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Friday, July 29, 2011
Todos estamos muy expuestos a hacernos dependientes de cualquier objeto en nuestra sociedad, porque la cultura nos impone consumir, por ende, desde Internet hasta la ropa puede transformarse en una droga si no sabemos controlar nuestros impulsos. La especialista en adicciones Laura Alcaraz ahonda en un tema para analizar en profundidad.
Ya es casi imparable, la tecnología avanza a pasos agigantados y el consumo también.
El último modelo de auto, de celular o de colores en la moda se vuelve viejo en muy poco tiempo, se universaliza el mercado de los consumidores y todo parece circular libremente y a disposición de todos.
“Justamente, son estas adicciones de consumo un problema contemporáneo, ajeno a quienes han estudiado desde la universidad", continúa diciendo Alcaraz. "Los profesionales de la salud se han visto desbordados, quienes dictan jurisprudencia también han debido repasar algunos aspectos puntuales y a los políticos se les dificulta resolver el problema del sujeto de derecho respecto de la responsabilidad y las decisiones a tomar en cada uno de estos campos”, agrega.
Las adicciones ligadas al consumo están por todos lados hacia donde miremos: alcohol, sexo, drogas, tecnología, moda o en los hidratos de carbono. “En verdad, todos somos en potencia adictos”, sostiene la profesional
Desde la Organización Mundial de la Salud aseguran que una droga es una enfermedad física y psicoemocional, una dependencia hacia una sustancia, actividad o relación. A diferencia de los simples hábitos o influencias consumistas, las adicciones son dependencias que traen consigo graves consecuencias en la vida real, que deterioran, afectan negativamente y destruyen las relaciones y la salud.
Sin embargo, en la actualidad se acepta como adicción cualquier actividad que el individuo no sea capaz de controlar, que lo lleve a conductas compulsivas y perjudique su calidad de vida, como por ejemplo puede existir adicción al sexo,al juego (ludopatía), a la pornografía, a la televisión, a las nuevas tecnologías (tecnofilia), etc.
Por eso, cuando hablamos de adicciones, no sólo podemos detenernos a pensar que éstas son sólo el tabaco, el alcohol y las drogas ilegales, también lo son la televisión, el trabajo, el chat, el sexo virtual, el sexo real, la masturbación, la ludopatía o los juegos de azar. También están la religión (sectas), el tarot o los hechizos, la codependencia (son aquellos adictos a los problemas de los demás), la mitomania (adicción a mentir), la tecnofilia (adicción a nuevas tecnologías), la vigorexia, la cleptomania, etc.
“En síntesis todo lo que hacemos que nos distrae y no lo podemos dejar fácilmente son adicciones. Pero tengamos en cuenta de que no todas son negativas”, dice Alcaraz.
La variedad de adicciones es tan grande como nuestra imaginación
Ahora somos adictos a Facebook, a Twitter, a internet, al celular; es común que estemos charlando con alguien y él esté buscando algo en su celular. Antes salíamos a la calle o al patio para fumar un cigarrillo, ahora salimos para hablar por teléfono o revisar nuestros correos electrónicos. Somos adictos a la ropa, los zapatos, también a algunos deportes que se ponen de moda y que nos incitan a comprarnos el equipamiento necesario, sea cual sea el costo, entre los cuales podemos mencionar el mountainbike y el parapente, entre otros.
También somos adictos a las cirugías estéticas para agrandar el busto, levantar la cola, hacer alguna lipo y luego otra y otra. Queremos tener la Play1, al poco tiempo la dos y luego la Wii. No, mejor la XBox, ¿y luego qué? ¿Dónde está el límite? ¿Quién lo pone?
Los más top son adictos a las redes sociales como Facebook; hay muchos, muchísimos, cada vez más. Allí, según una estadística, buscan desde viejas amistades a mantenerse en contacto con los familiares, así como promover nuestra autoestima contando lo que hacemos y mostrando nuestras fotos. La gente busca esta red social para recordar cumpleaños, para tener una vida social más activa, para espiar a otros, para jugar on line, para conocer gente nueva y así ser más feliz.
Y también podemos convertir a nuestros hijos en objetos de consumo, “si bien uno no ingiere niños", dice Alcaraz, "pero hay mil maneras de hacerlos un objeto que nos 'afecta'. Cuántas veces una madre dice 'el nene no me come nada', y la verdad es que si no come, al único que afecta es al niño, físicamente a la madre no le va a pasar nada. Hoy, de alguna manera el Estado está convirtiendo a estos chicos en un objeto, tras la promesa del pago de una asignación familiar por cada niño que hay en la familia”.
¿Cuáles son los síntomas de estas adicciones?
Por un lado, se pueden citar los síntomas cognitivos o mentales, que son ansiedad e irritabilidad, depresión, necesidad creciente de trabajar más, preocupación constante por el rendimiento laboral, la sensación continua de estar agobiado, de no llegar a todo, la sensación de vacío emocional, la infravaloración de otros tipos de actividad distintos a la laboral.
Otros síntomas de tipo fisiológico son el estrés, el insomnio, a largo plazo la hipertensión arterial y el aumento de enfermedades vasculares. El tercer grupo son los síntomas de comportamiento: la necesidad casi compulsiva de realizar listas de cosas por hacer y de anotar en la agenda hasta el más mínimo detalle, la incapacidad de estar sin trabajar durante un período prolongado sin experimentar ansiedad, inquietud e irritabilidad, el alejamiento de la familia y los amigos.
Atento a esta realidad que se está observando en la sociedad es que, justamente, hoy desde las 9 y hasta las 20, se realizan las Primeras Jornadas sobre Debates Clínicos en Patologías de Consumo, organizadas por AABRA. Se realizarán en el auditorio del Parque Temático del hipermercado Libertad en Godoy Cruz, Joaquín V. González y Cipolletti.
La meditación, una alternativa para combatir las adicciones
Los budistas ya descubrieron el secreto, las personas más espirituales también, ambos buscan cultivar la meditación como herramienta de defensa de los ataques consumistas. Ellos afirman que para lograrlo hay que practicar mantener la mente en paz, vacía, estar contento, en total reposo por unas horas, sin distraerse. En pocas palabras, “hay que vaciar la mente, porque ella es la que nos dicta todo lo que tenemos que hacer”.